¿Eres de esas personas que sueles dar las gracias o te cuesta mencionar esa palabra? A mí me costaba eso de decir gracias. Pero cuando estuve en Inglaterra viviendo tres meses de Erasmus me di cuenta de que allí estaban constantemente diciendo ‘Gracias’: cada uno de los pasajeros de un autobús que sacaba un ticket le daba las gracias al conductor cuando le entregaba el boleto. Era lo normal algo que a mí me chocaba porque en España no tenemos esa costumbre.

Al volver heredé en parte esa costumbre de decir ‘gracias’ cuando alguien me daba algo pero lo hacía sin mucha conciencia y dándome cuenta de que a veces causaba desconcierto en el resto de personas. Hace poco fui a hacerme una radiografía y le di las gracias a la técnico que las hacía y, un poco espantada, me preguntó porqué le daba las gracias y que, al fin y al cabo, sólo estaba haciendo su trabajo.

Todo esto de pensar en las gracias se debe a que, en este momento, estoy escribiendo 30 cartas de agradecimiento. Bueno, las 30 a la vez no: llevo ya once y me quedan por escribir 19. Éste es parte del trabajo fin de formación como terapeuta humanista que nos han encomendado: escribir cartas en las que agradezcamos el camino compartido durante estos tres años a los compañeros y terapeutas que hemos estado currando juntos.

Como veréis, es inevitable que me toque pensar en el agradecimiento y pensar en para qué sirve dar las gracias. A bote pronto, se me ocurren unas cuantas razones por las que dar las gracias es sano y viene bien al alma:

  • Al dar las gracias nos damos cuenta de todo lo que nos ha aportado la persona a a la que se las damos. Es una manera de decirle ‘te veo’ y ‘para mí has sido importante’ por estos motivos. Creo que a la hora de decir gracias es muy enriquecedor el decir porqué se dan, qué es lo que nos ha dado esa persona para que sintamos agradecimiento hacia ella.
  • Ensancha el corazón. Cuando se dice gracias de corazón, sintiéndolo en el pecho, hay algo que se abre, un espacio nuevo que aflora y que nos permite entrar en contacto con el agradecimiento sincero, una sensación que nos inunda de una calidez, de una emoción y de una plenitud difíciles de igualar. Para mí, la canción que acompaña a este post es un de cómo dar las gracias es bueno para nuestra alma.
  • Lo negativo se transforma en aprendizaje y en algo positivo. Prueba a dar las gracias (puede ser por escrito) incluso a las personas por las que te has sentido ofendidas. Por muy gordo que sea lo que te ha hecho, dale las gracias por aquello que tú has sacado de esa experiencia. Por ejemplo, dale las gracias al policía que te puso esa multa por exceso de velocidad porque has hecho que ahora respetes los límites y es posible que haya evitado que te estampes contra la mediana con tu coche. Piensa que el hacerlo es bueno para ti porque en el momento en el que le da las gracias hay algo que de ese malestar que te ha causado que se disipa.
  • Trabajamos la humildad. Al dar las gracias vemos en el otro a un maestro que nos ha aportado mucho en la vida y, por lo tanto, estamos abiertos a la aparición de más maestros. También le damos al otro el lugar que le corresponde y, de paso, nos recordamos que dependemos de los otros. Por muy autosuficientes que nos creamos, en el día a día dependemos de los otros: para comprar el pan hay alguien que tiene que venderlo, que lo hace, que muele la harina. Y si vamos andando por la calle, nuestra vida depende de la responsabilidad del que va conduciendo el coche que pasa junto a nuestro lado. Es de algo que en el día a día no nos damos cuenta pero es así y el decir gracias en voz alta puede servir para que caigamos en la cuenta.

Pues si has llegado hasta aquí sólo me queda darte las gracias de corazón e invitarte a que nos cuentes porqué te sienta bien a ti dar las gracias.

Pregunta poderosa: ¿Qué le tengo que agradecer a la persona que tengo a mi lado en este momento?