montaña rusa

El emprendimiento se ha convertido en una necesidad, dicen algunos, mientras otros piensan que es una moda y que no todo el mundo está capacitado para lanzarse a la aventura de montar su propia empresa. En el caso de Viventi, su creación fue algo casi obligado. Cumplimos un año en marzo pasado y su puesta en marcha obedeció a ciertas circunstancias que se cruzaron en nuestro camino y que nos llevaron, como por arte de magia, a montar Viventi.

Yo siempre tuve claro que a los 40 (me faltan unos meses) quería ser mi propia jefa después de haber estado desde los 22 años, recién salida de la Facultad de Periodismo, trabajando para otros, a gusto y haciendo lo que me gustaba, pero, al fin y al cabo, generando ingresos que iban a jefes que ni siquiera conocía, como sucede en muchas empresas grandes.

“¿Si yo cobrara en función de lo que produzco, cuánto ganaría?”, me solía preguntar. Creo que esa reflexión, el querer más libertad (de horarios, creativa, de reinvención…) y el que me dejara de interesar lo que contaban los personajes que suelen aparecer en los periódicos fue lo que hizo que me decidiera por irme del medio de comunicación en el que estaba aprovechando un expediente de regulación e empleo con muy buenas condiciones y lanzarme a ser emprendedora y crear Viventi con mis socias, Alejandra y Pilar.

Suelo ser optimista compulsiva. Soy de esas personas que suele ver el vaso medio lleno y que creen que, con trabajo, esfuerzo e imaginación, hay una salida. Antes de montar Viventi pensaba (maldito ego) que la gente iba a venir a buscarnos para hacer nuestros cursos, para hacer coaching con nosotros y para que le contaramos cómo salir en los medios o cómo usar la PNL para comunicarse de una manera más eficaz. Estaba convencida de que nuestra oferta era muy buena y que sólo con ese hecho íbamos a triunfar como Los Chichos.

Un poco de realidad, por favor

La realidad, sin embargo, es mucho más dura. Nuestros alumnos en los cursos salen muy contentos (no lo digo yo, lo dicen las encuestas de evalución que les pedimos que rellenen y que nos dan casi un nueve de nota media), se van con la sensación de que han hecho un taller que les es muy útil y nuestros clientes de coaching, tanto con enfoque personal como profesional, suelen tener también buenos resultados.

Sin embargo, ¡oh sorpresa!, la gente no hace cola en la calle para entrar en Viventi. Cada taller que hacemos es porque nos lo curramos y cada persona que llega a nuestro centro porque nos ha conocido a través de alguien que nos ha recomendado o de internet. Conclusión tras llevar ya en esto más de un año: la vida del emprendedor es dura, requiere de mucho trabajo, que tengas claro cuáles son tus objetivos, lo que quieres y no quieres y es vital tener un plan de acción para poder llegar a esos objetivos.

Todo este rollo lo he soltado para hablar del componente emocional que tiene el hecho de emprender y de montar una empresa. Hay días malos, hay días buenos y hay días regulares y es normal que haya altibajos emocionales. A veces nos sentimos pletóricos, a veces con ganas de tirar la toalla y decir ‘hasta aquí he llegado’ y a veces saturados porque tenemos la sensación de que no podemos pensar, que es necesario parar, tirarse dos días seguidos en la playa a tomar el sol,  escuchar las olas y pasar de todo (sí, lo que haré yo a partir de mañana aprovechando este largo puente de Semana Santa).

Bajarte de la montaña rusa

Emprender es como montarte en una montaña rusa, a veces con subidas que cuestan mucho trabajo y otras con bajadas vertiginosas y llenas de emoción. Si la estabilidad emocional es necesaria en el día a día, más necesaria es aún cuando estás desarrollando un proyecto de este tipo en el que ‘entrar en modo pánico’ y perder el norte son las maneras más segura de estamparte contra la pared más próxima y tirarlo todo por el váter. Curiosamente, mientras redacto esta entrada cae en mis manos este artículo de Expansión en el que cuenta cómo las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo están analizando también la gestión emocional de los candidatos para decidir si entran o no.

La pregunta que me hago y que llevo haciéndome desde que estoy en esta aventura es ¿qué podemos hacer para mantener la templanza en el largo y tortuoso camino que supone montar una empresa propia, con los altibajos que conlleva? ¿Qué hacer para bajarte de esa montaña rusa y mantener una actitud estable? Estos son los puntos que intento tener presente en mi día a día y que también transmito a los emprendedores que  tengo como clientes de coaching o que participan en alguno de mis talleres:

  1. Tener un objetivo claro y bien definido: El objetivo es el lugar al que queremos llegar. Si no tenemos ese lugar bien definido, es imposible llegar a él. ¿Te imaginas salir de viaje sin saber a dónde quieres ir? Para paseos bucólicos está muy bien, pero en el día a día no es práctico y más cuando es necesario traducir cada hora de trabajo en ingresos. Por mi experiencia en los talleres de coaching para emprender que impartimos desde Viventi hay muchos emprendedores que no saben lo que quieren. Carecen de objetivos y, por ejemplo, les cuesta mucho trabajo reconocer que quieren ganar dinero con el proyecto que están montando. ¿Si no quieres vivir de ello, para qué  lo haces?
  2. Es necesario que ese objetivo esté alineado con tus valores: Si no es así, el objetivo dejará de tener interés para ti. A no ser que tu valor principal sea el de ganar dinero y veas la posibilidad de forrarte con lo que estás montando, claro está, aunque a la larga me parece a mí que es una actitud que no da ni mucho menos la felicidad (ya, estoy entrando en un asunto polémico, aunque no voy a ahondar más y me lo guardo para hacer más adelante un post sobre dinero y felicidad).
  3. Flexibilidad, flexibilidad y más flexibilidad: Tu idea inicial puede ser muy buena pero si no funciona, busca otra manera de conseguir ese objetivo que te has marcado. Y si vuelve a no funcionar pues vuelve a inventarte otra alternativa. Así una vez, otra y si hace falta cien veces más. Eso sí, sin perder de vista tu objetivo y tus valores.
  4. Imaginación: Para adquirir esa flexibilidad es conveniente aplicar buenas dosis de imaginación. Y no me vale eso de que ‘yo no tengo imaginación’. Todos tenemos imaginación y es algo que se puede trabajar. Muchas veces tener imaginación es simplemente ver la realidad desde otro punto de vista, desde otro ángulo desde el que no había mirado. ¿Has entrado alguna vez en tu empresa como si fueras un cliente?  ¿Has mirado tu web desde los ojos de tu lector? ¿Qué cambios harías? Ahí ya estás imaginando.
  5. Honestidad con uno mismo: Cuando haces coaching con personas que están emprendiendo o que tienen sus empresas es habitual que echen balones fuera. ‘Yo ya he hecho todo lo que podía hacer’, es una queja habitual. Nunca se hace todo lo que se puede. Siempre hay alguna opción más. El trabajo es encontrarla y si está alineada con tu objetivo y con tus valores, ¡adelante! Para encontrar esa nueva opción es ser honesto con uno mismo y decirse ‘sí puedo hacer algo más y voy a encontrar el qué’.
  6. Hacer lo que te apasiona: ‘A mí no me gusta esto de las redes sociales, pero como es lo que ahora está de moda, pues me dedicaré a ello’. ¡¡¡Error!!! Este planteamiento es una trampa que te conducirá hasta la infelicidad más absoluta. Para ser felices, para sentirnos realizados, es necesario hacer en esta vida aquello que hemos venido a hacer. Nuestra misión. Hay personas con misiones que no tienen nada que ver con su faceta laboral pero hay otras que sí, que tiene mucho que ver con su faceta laboral. Si éste es tu caso, el primer paso es reconocerlo, admitirlo, gritarlo a los cuatro vientos y comprometerte con esa misión porque llevarla a cabo es lo que te hará sentirte en la vida. Recomiendo, como hago a muchos de mis clientes de coaching, un libro que a mí me está ayudando mucho en este proceso: Las Siete Leyes Espirituales Del Éxito y que habla sobre todo esto de estar alineado con tu misión.
  7. Probar y equivocarte:  Yo soy una persona de acción y mi método de aprendizaje es la prueba-error. Si me pongo a hacer algo, aprendo a medida que lo hago. Sé que hay gente más mental, que antes lo tienen que tener todo muy bien planificado, y gente que es más emocional y tienen que sentirse a gusto con lo que va hacer. Y está bien que sea así, cada uno somos como somos. Lo negativo, en el mundo de la empresa, es cuando el ser como somos conlleva paralización. Hay veces que toca reflexionar, está claro, pero sin acción no hay consecución de objetivos ni de metas, no hay empresa, así que es necesario actuar, probar y, si no obtienes los resultados deseados, probar con otra opción.

Espero que tanto si eres emprendedor como si no lo eres esta entrada de nuestro blog te haya sido útil y me encantaría que compartieras con nosotros tu experiencia y si consideras que hay algún punto más necesario a tener en cuenta a la hora de emprender que se me haya olvidado. ¡Mucha fuerzarza para lo que queda de camino!