Tengo una vecina que piensa que soy una temeraria propietaria de gatos. Creo que incluso piensa que puedo ser una maltratadora felina en potencia. O al menos durante mucho tiempo lo ha pensado sin ver en mis actos ninguna intención positiva. Vive justo en frente de mí. Su piso está como a unos 60 metros del mío y entre medio sólo hay una especie de plaza llena de árboles y de aparcamientos. Yo vivo en un sexto, aunque en realidad tiene la altura de un séptimo porque debajo hay una especie de locales comerciales más bajos que el resto del edificio.

¿Os imagináis a un gato cayendo desde un séptimo hasta el duro asfalto? Para ella ha sido una de las escenas más temidas en su mente durante varios meses. Lo averigüé el otro día, cuando se presentó en mi casa a las ocho de la mañana. Sí, a las ocho de la mañana, a la hora que vio luz en mi casa (aún era de noche) y, por lo tanto, a la que había gente allí.

Lo primero que sucede cuando pegan en el timbre de tu casa a las ocho de la mañana es la pregunta ¿qué habrá pasado? Al abrir me encuentro a una mujer que me resulta familiar de verla por el barrio y que, nada más entornar la puerta, me pregunta: “Tú eres la dueña de dos gatos. ¿Verdad?“. “Pues sí, yo tengo dos gatos, ¿qué ha pasado?”. Acababa de ver tanto a Gula como a Zafú (así se llaman mis dos gatos) correteando por la casa hacía un instante pero si esa mujer estaba allí preguntando por mis gatos es que algo había pasado.

“Es que yo vivo justo en frente y veo a menudo, desde hace tiempo, a dos gatos paseándose por una ventana que está abierta. No sé si lo sabes, pero los gatos se caen por la ventana. Y yo he visto a esos gatos y he pensado pobrecitos, tarde o temprano se van a acabar cayendo, incluso se lo he dicho a mi cuñada y hemos contado los pisos, me he dado cuenta de que es el sexto y ya yo he podido aguantar más y he venido a decírtelo, que no dejes la ventana abierta o que hagas algo que si no se va a acabar cayendo”, me dijo del tirón.

“Te lo digo porque yo tengo cinco gatos en casa y tengo mosquiteras en todas las ventanas para que no se caigan”, prosiguió. Ahí es cuando tuve el tiempo necesario para procesar la información y fue cuando pude responderle: “Señora, no se preocupe, yo tengo una malla que impide que los gatos se puedan caer. Así se pueden asomar a la ventana, tener su propio balconcito sin ningún peligro. Venga, que se la enseño”, le contesté flanqueándole la entrada, momento en el que ella aprovechó para coger a un atónito Zafú en brazos y decir “ay, qué guapo es y qué sano se le ve. ¿Es niño o niña?”.

 

Mi gato Zafú con su malla protectora al fondo | L.C.

Mi gato Zafú con su malla protectora al fondo | L.C.

La intención positiva

¿Qué pinta una anécdota como ésta en un blog dedicado al desarrollo personal y profesional y en el que lo habitual es que hablemos de coaching, de terapia y de asuntos similares? La vida puede ser mucho más agradable si pensamos que todo acto realizado por alguien tiene una intención positiva. Ésta es una de las presuposiciones de la Programación Neurolingüística, que todo acto realizado por una persona siempre tiene una intención positiva o, lo que es lo mismo, busca un beneficio para esa persona o un para un tercero.

Si mi vecina se hubiera parado a pensar que tal vez yo estaba buscando un beneficio para mis gatos (como así es, de hecho en el alféizar de esa ventana tienen su planta de hierba gatera y todo) es posible que se hubiera parado a mirar con más detenimiento y hubiera visto la red que hay y que hace imposible que Zafú y que Gula se caigan. ¡Cuánto sufrimiento se hubiera ahorrado esa mujer! Ella vio lo que quiso ver: a ella la preocupa que sus gatos se caigan, es muy responsable en eso y en mí vio la irresponsabilidad que se niega.

Mi parte es parecida: ella buscaba un beneficio para mis gatos. ¡Ponerlos a salvo de mi irresponsabilidad! Buscaba lo mejor para ellos, que estuvieran a salvo y bien, lo mismo que yo busco, así que sólo me queda estarle agradecida y darle las gracias por su advertencia, tal y como hice.

¿Sueles ver en el otro una intención positiva? ¿Crees que te ayudaría a ser más feliz pensar en las buenas intenciones del que tienes en frente? ¿O ves utópico eso de creer que el otro siempre anda buscando un bien?