Obligación de alimentos mafalda

Acaban las vacaciones y empiezan las exigencias. Ya se sabe que septiembre es el mes en el que nos marcamos objetivos, metas y en el que aparecen los ‘debería’ y los ‘tengo que’. El relax veraniego es sustituido por el ‘ahí voy’ y es el mes en el que arrancamos proyectos, ideas y comenzamos, aunque ya no seamos colegiales, el curso de forma oficial.

Septiembre es un mes lleno de impulso, de proyectos, de metas. Es un mes del positivismo, de creer en los sueños. Sin embargo, a la hora de perseguir esos sueños es necesario tener cuidado sobre cómo nos hablamos a nosotros mismos para alcanzarlos. No lo digo yo. Lo dice la Programación Neurolinguística (PNL) y su metamodelo creado por Bandler y Grinder.

Estos dos estadounidenses se dedicaron a observar y grabar en vídeo a los terapeutas más punteros de los años 70, los que más casos de éxito tenían entre sus pacientes y entre los que se encontraban la terapeuta familiar Virginia Satir, el hipnoterapeuta Milton Erikson y el creador de la terapia gestalt, Fritz Pearls, y se dieron cuenta de que los tres usaban unos patrones comunes a la hora de hablar y de comportarse.

Con esos patrones comunes construyeron un modelo al que llamaron PNL, hoy usado por miles de personas, entre las que me encuentro como coach y terapeuta, para hacer que la comunicación tanto con uno mismo como con el mundo sea lo más eficaz y como herramienta para el crecimiento personal y profesional.

El metamodelo es una parte de la PNL que pone la mirada en cómo nuestra manera de hablarnos a nosotros mismos puede influir en cómo somos y en cómo nos comportamos. Habla de forma específica del peligro que encierran esas imposiciones que nos ponemos a nosotros mismos a través los ‘tengo que’, ‘debo’, ‘es preciso’, ‘es necesario’…

La PNL denomina a estas expresiones operadores modelos y los define como reglas o generalizaciones que el sujeto hace, basándose de forma exclusiva en su propia experiencia de la vida y de cómo está configurado el mundo. No suele haber un contraste previo de que en realidad sea así.

Si te paras a pensar lo que hay detrás de esas expresiones es el sentimiento de que no hay salida ni alternativa, sólo hay un único camino que seguir. Si nos decimos internamente que ‘tengo que hacer deporte’ es la única salida que tenemos y si no la tomas vas a conectar con la frustración y con la auto flagelación. Es una obligación que has de cumplir sí o sí y no deja de ser una autoimposición que llevada al extremo último te conducirá a un estado de ansiedad y de frustración si eres incapaz de cumplir ese mandato interno que te has hecho.

Hablarnos así no de deja de ser una trampa que nos ponemos a nosotros mismo. ¿Cómo salir de esta trampa? Sustituyendo ese ‘tengo que’ por un ‘quiero’ o un ‘me apetece’. No es lo mismo decirte ‘tengo que adelgazar 16 kilos’ a un ‘quiero adelgazar 16 kilos y quedarme en mi peso ideal’. En la segunda manera de construir la frase hay menos ansiedad, menos premura, más respeto hacia uno mismo.

¿Cuáles son tus ‘tengo que’? ¿Cómo se te ocurre que puedes hablarte de forma más amorosa, menos impositiva?