Si hay una serie de televisión que represente qué es la vida ésa es Juego de Tronos. Inspirada en la colección de libros ‘Canción de hielo y fuego’ del estadounidense George R.R. Martin narra las peleas entre diferentes casas que intentan hacerse con el trono de los Siete Reinos. Sus múltiples personajes, cada uno con una manera de ser única y propia, generan situaciones inesperadas y sorprendentes y hacen de esta serie un auténtico manual de vida que nos da  lecciones parecidas a las que podemos acabar teniendo por nuestra propia cuenta en un proceso de coaching de vida o de desarrollo personal. Aviso importante para los que no hayáis visto la serie, ¡contiene spoilers!, o lo que es lo mismo, cuento alguno de los desenlaces muy a mi pesar, pero es que sin contar esos deselances este artículo no tendría mucho sentido.

1. La vida puede cambiar en un segundo

La primera lección y creo que para mí una de las más importantes que he aprendido tras experimentarla en mis propias carnes en los últimos años es que la vida puede cambiar en tan sólo un segundo y sin que tú hagas absolutamente nada para que se produzca ese cambio. La vida puede más que tú y, por mucho que te creas que controlas, no controlas nada. Ni el poder, ni el dinero, ni el trabajo bien o mal hecho te sirven en determinado momento.

Hay algo que se llama destino (me vale cualquier otro nombre que quieras darle) y que es mucho más poderoso que tú. Si empezamos por la primera temporada de Juego de Tronos, el gran aprendiz de esta lección es sin lugar a dudas la noble y valiente familia Starck, a quien ni su gallardía ni sus valores le evita ver cómo en unos cuantos capítulos su patriarca, Edd Starck, pasa de ser el todopoderoso señor de Invernalia a un traidor decapitado en la plaza de Desembarco del Rey, la capital del reino, o como uno de sus hijos, Bran Starck, se queda paralítico al caer desde una torre. La vida a veces es injusta, vaya que sí.

2. La apariencia externa no importa. Lo importante es el interior

Los dos personajes de la serie más sensatos y entrañables y a los que más cariño se les acaba cogiendo son los dos que presentan algún tipo de defecto físico: Tyrion Lannister, enano hijo del jefe de la casa Lannister a quien su padre y su hermana denigran de forma constante por su apariencia física, y Shireen Baratheon, hija de Stannis Baratheon, otro de los pretendientes del trono de los Siete Reinos. Tyrion es divertido, tiene un gran corazón a pesar de su tamaño y de la aparente ironía que muestra, además de coraje y valor a la hora de defender a los suyos, mientras que Shireen, aunque triste porque está confinada en una celda, tiene un gran corazón. 

Tyrion Lannister

3. Si haces el mal, se acabará volviendo en tu contra

El personaje que me viene a la cabeza al escribir esto, como a todos los fans de la serie que han visto ya la cuarta temporada, es sin dudarlo ni un segundo Joffrey Lannister, el caprichoso, sádico y malvado rey de los Siete Reinos, quien acaba pagando con la misma moneda que él suele dar de una forma inesperada y sorprendente pero que, a buen seguro, ha alegrado a muchos de los espectadores de la serie y alegró a muchos de los lectores de los libros. ¿Por qué  nos ha alegrado lo que le sucede? Porque era malo malísimo y le hemos visto hacer mucho daño. De acuerdo, no hay que desearle mal a nadie, pero ya que es una serie de ficción y no la vida real, nos permitimos ciertas licencias y, como él hace, sacar a relucir nuestro lado más malo.

4. El bueno también puede acabar perdiendo

Pues sí. El ser bueno no garantiza nada. Que se lo pregunten, de nuevo, a la familia Starck y a la escabechina que hacen con ella al final de la tercera temporada. No cuento más por si alguien no ha visto la serie. Tener valores elevados, ir por ellos y perseguirlos no te garantiza el éxito pero sí, como les sucede a a ellos, ganarse el respeto y la admiración de sus súbditos además de el amor. Casi nada.

5. Los líderes autoritarios no son un buen invento

Los personajes más repulsivos de la serie, estilo Joffrey, son aquellos que ejercen su autoridad de una forma caprichosa, aleatoria y toman decisiones basadas en sus impulsos, sin pensar en las consecuencias ni en el daño que harán. Puestos a poner más ejemplos también podríamos hablar de Stannis Baratheon, hermano del anterior monarca de los Siete Reinos empecinado por volver a conseguir el poder a costa de lo que sea y quien tiene como consejera a una bruja aficionada a los sacrificios y a la magia negra. Su carácter autoritario le impide rectificar sus errores. En el polo contrario estaría Daenerys Targaryen, la única superviviente de la familia Targaryen, que ostentaba el trono de los siete reinos antes de la revuelta liderada por Robert Baratheon y que también intenta hacerse con la corona de Poniente y quien es todo un ejemplo de líder, como cuentan en este este artículo.

Joffrey Lannister

6. Lo que digan sobre ti no es importante, importa quien eres

‘Mate un gato y me pusieron mata gatos’, dice el dicho. Pues bien, uno de los personajes de Juego de Tronos, Jaime Lannister, mató un rey y le pusieron ‘Matarreyes’. Así es como, a su pesar, lo conocen en todos sitios y ésa es la leyenda negra que pesa sobre él, la de haber matado a un rey por la espalda. A lo largo de la serie, Jaime tiene que pasar por toda una serie de dificultades que le acerca a quién es en realidad y lo separan de la visión que se da de él, como sucede en la vida misma.

7. El desapego y la aceptación son el camino

Todos los males que, son muchos, que presenciamos en Juegos de Tronos tienen la misma raíz: el apego a lo que ya no tenemos o a la que ya no somos. Todas las guerras, asesinatos (que también son muchos) persiguen el objetivo de recuperar lo perdido, como un reino, o de vengar determinada actuación de otra persona o de otra familia. ¿Os imagináis como hubiera sido Juego de Tronos si los protagonistas vivieran con desapego y aceptación? No habría ni libros ni series.

8. Contra el frío, calor

¿Cuál es el lugar más frío de los Siete Reinos? Sin lugar a dudas, el Muro, esa  inmensa muralla de hielo que se extiende de este a oeste en el norte de Poniente y que separa los Siete Reinos de las tierras salvajes de más allá. Allí está Jon Nieve, el hijo bastardo de Edd Starck quien, a pesar de ser un guardia de la noche que en teoría no puede tener relaciones sexuales se refugia durante algunos episodios en el amor de una salvaje. La moraleja que podemos extraer es que todos, por muy duros que seamos, necesitamos en mayor o en menor medida el contacto físico y el cariño. Si no, es difícil esto de vivir.

9. El amor hace posible lo imposible

Que se lo pregunten a la madre dragón, la khaleesi, quien decidió inmolarse junto a su amado Khal Drogo en una pira funerario a la que llevó los tres huevos de dragón que tenía. Ni ella ni los huevos se quemaron: es más, de esos huevos nacieron tres dragones que ahora le ayudarán a recuperar el perdido trono de los Siete Reinos. Lo que no haga posible el amor…

nacimiento dragones

10. La vida no deja de ser un juego

Y, por último, y como lección más importante, la vida no deja de ser un juego en lo que no hay que tomarse demasiado a pecho ninguna ofensa ni ningún agravio. La risa y el humor son vitales y seguro que a todos los protagonistas de Juego de Tronos les iría mejor sonriendo de vez en cuando (ya veis los serios que aparecen todos en las fotografías).